Una de las particularidades de la confección de estos libros es la participación directa y en todo momento del autor: desde la selección de las imágenes hasta la revisión de las pruebas finales de imprenta. Es decir, junto al equipo de La Cueva, el fotógrafo supervisa e interviene en todo el proceso. Esto es algo que agradecen los artistas, pues pocas veces el diálogo autor-editor se entabla de manera tan directa y enriquecedora.

La Cueva Casa Editorial, cinco años después

19 • abril • 2018

Álvaro Mata

Mucha tinta ha corrido en torno a la aceptación de la fotografía como una manifestación artística. Al principio, hubo reticencia y recelo con el nuevo invento; pero luego el trabajo de grandes artistas como Robert Capa, Henri Cartier-Bresson o André Kertész ha hecho que la fotografía entre por la puerta grande en los templos del arte.

Sin embargo, sigue siendo un asunto que solemos problematizar, sobre todo en nuestros días, cuando la mayoría de las personas tiene en su bolsillo un dispositivo fotográfico con el que se dan a la impulsiva tarea de cazar imágenes con intenciones estéticas. Los de hoy son tiempos en los que abundan portafolios fotográficos que se pretenden artísticos y no lo son. Por ello se hace necesario revisar con detenimiento el trabajo fotográfico de los maestros para afinar el ojo —“Aprender a ver”, decía Miguel Arroyo— y así evitar que nos vendan gato por liebre en esta efervescencia fotográfica.

Existen completísimas publicaciones del trabajo de los grandes nombres de la fotografía universal, como los arriba mencionados, pero no sucede lo mismo con los fotógrafos de nuestro país. Aunque se han realizado meritorias iniciativas como el libro Maestros de la fotografía en Venezuela (2014), editado por Diana Vilera, que agrupa en un tomo lo mejor de los artistas nacionales y a su vez funcionó como acicate para la creación de un proyecto más ambicioso y de largo aliento, el cual propone una revisión detallada e individual de cada uno de ellos. Hablamos de La Cueva Casa Editorial, fundada en el año 2013, con Vilera a la cabeza, que se ha dado a la tarea de editar fotolibros dedicados a los ganadores del Premio Nacional de Fotografía en Venezuela.

Joaquín Cortés, Antolín Sánchez, Nelson Garrido y Ricardo Armas son los artistas a quienes se les han dedicado los cuatro títulos publicados hasta el momento en la colección Premios Nacionales. Se trata de libros de amable y práctico formato que cuentan con un prólogo de una autoridad en la materia, seguido de una enjundiosa muestra del trabajo del fotógrafo y finalmente una exhaustiva cronología.

El fotolibro que inauguró la serie Premios Nacionales en 2016 fue el de Joaquín Cortés, español llegado a nuestras tierras en 1954, donde inmediatamente comenzó su trabajo fotográfico, dedicándose también a la docencia y la producción cinematográfica, además de fundar la escuela de fotografía Foto Expresión en Caracas. Cortés también desarrolló su carrera en la ciudad de Nueva York, donde trabó relación con Cartier-Bresson y André Kertész, además de haber trabajado con Cornell Capa, hermano del mítico Robert. El libro cuenta con un prólogo de Juan Carlos Palenzuela y la curaduría editorial de los fotógrafos Carlos Ayesta y Gabriel Osorio.

Al de Cortés siguió la publicación del fotolibro de Antolín Sánchez, referencia obligada en nuestro país, merecedor de los premios más prestigiosos que se otorgan dentro de nuestras fronteras. Esta especie de autobiografía visual seleccionada por el propio artista tiene un prólogo de Keila Vall, en el que se analiza la constancia del trabajo artístico de Sánchez, quien ha sido, además, un notable crítico de fotografía desde las columnas que mantuvo en prensa durante los años 90.

Largamente esperado fue el fotolibro dedicado a la obra de Nelson Garrido, por tratarse de la primera publicación impresa que compila su obra, pues en los intentos anteriores de materializar un proyecto similar, según confiesa el artista, siempre se había visto sometido a la censura de los editores por lo provocador de su trabajo. Gerardo Zavarce se encargó de comentar con tino la compleja obra de Garrido, poseedor también de uno de los archivos visuales más amplios de las tradiciones folclóricas del país.

Y el título más reciente es el dedicado a Ricardo Armas, tomo más que necesario para revisitar con ojo crítico uno de los trabajos más interesantes de nuestro panorama fotográfico. En casi doscientas páginas se logra amalgamar una muestra representativa del trabajo leviatánico de Armas, quien, aunque radicado desde hace mucho en Nueva York, no ha dejado de hacer una nítida radiografía del país de ayer (en los 70 creó el archivo visual de la Galería de Arte Nacional) y el de hoy a través de los protagonistas de nuestro medio cultural, así como de las clases medias y obreros. De toda esta trayectoria deja testimonio Ariel Jiménez en su acertado comentario introductorio.

Una de las particularidades de la confección de estos libros es la participación directa y en todo momento del autor: desde la selección de las imágenes hasta la revisión de las pruebas finales de imprenta. Es decir, junto al equipo de La Cueva, el fotógrafo supervisa e interviene en todo el proceso. Esto es algo que agradecen los artistas, pues pocas veces el diálogo autor-editor se entabla de manera tan directa y enriquecedora, algo que la lógica dicta que sea así: al fin y al cabo, el resultado es una autobiografía visual del fotógrafo, y por tratarse de un asunto tan personal, él debe inmiscuirse de lleno en el proyecto.

Junto al material crítico, se anexa una cronología que registra los más mínimos detalles del trabajo del artista en estudio, así como sus exposiciones individuales, colectivas, publicaciones, reconocimientos y colecciones a las que pertenece su obra, aspectos que sin duda facilitan el trabajo y ponen en buena pista al investigador interesado.

El formato de los libros de La Cueva puede considerarse de bolsillo, lo que garantiza su accesibilidad, acostumbrados como estamos a un formato coffee table book para la fotografía, al que difícilmente se puede acceder, y que es tan engorroso de manejar. Aunque punto aparte merece la publicación de un libro al margen de la colección Premios Nacionales que rompe con estos parámetros, pero no en volumen (posee las mismas dimensiones) sino en cuanto al diseño. Se trata del tomo dedicado a Paolo Gasparini, el cual inicia la colección de Ediciones Especiales.

La verdadera historia de Paolo Gasparini es una edición bilingüe de 128 páginas con encuadernación japonesa, diseño de Ricardo Báez, texto crítico de Juan Antonio Molina y un repaso biográfico de Gasparini escrito por Sagrario Berti. El libro hace un recorrido por los más de 60 años de trayectoria artística del maestro, que demuestra el trabajo estético y las inquietudes sociales que le han acompañado desde joven. Así nos paseamos por un sensible registro de los conflictos políticos a través de los habitantes de las grandes ciudades como Caracas, Sao Paulo, Ciudad de México, New York, Berlín, París o Londres, que nos comprueba, una vez más, los altísimos quilates del trabajo de este italiano tan venezolano.

Al hablar de La verdadera historia…, presentado en el prestigioso evento Paris Photo 2017, hacemos referencia al maridaje perfecto entre diseño gráfico y contenido, pues combina la fotografía y la narración para reconstruir la historia del artista, dando como resultado un bello objeto de arte, a la vez que una indispensable herramienta de estudio para acercarse a la obra de este Premio Nacional de Fotografía 1993.

Y si de piezas de arte hablamos, la página web de La Cueva ofrece ediciones especiales de los libros hasta ahora editados, con firmas de los autores, y también fotografías numeradas y firmadas. En este mismo portal encontramos información complementaria y un valioso material crítico sobre su fondo editorial, además del servicio de compra online.

Para este año 2018 está prevista la aparición del quinto libro de la serie Premios Nacionales, dedicado a Alexis Pérez-Luna; y para 2019 se inaugura la colección Estudios, que publicará ensayos críticos sobre fotografía realizados por especialistas como Sagrario Berti y Lorena González, y también por los mismos artistas como Joaquín Cortés y Antolín Sánchez.

En medio de un panorama de tantas carencias como el que padecemos, al hacer un balance de La Cueva Casa Editorial, luego de cinco años de existencia, no podemos más que evocar las palabras de Nelson Garrido dichas a propósito de la aparición de su fotolibro: “A mí lo que me parece sorprendente es que, en un momento como este, donde no hay papel, comida, medicinas, entre otras cosas, salga en el país este libro. Y creo que esa es una característica de La Cueva, que está haciendo resistencia cultural”.

Se ha dicho que las crisis engendran creaciones sorprendentes, y así lo comprobamos con el trabajo de La Cueva: gente comprometida en acendrar la memoria gráfica de este desmemoriado país, tan necesitado de cimentar unas sólidas bases en las que reconocerse y a las que afianzarse.

Caracas, marzo de 2018.

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